jueves, 3 de junio de 2010

La mitAD de mis Ojos

Mi llorar fluye
sólo por un ojo,
la otra mitad
se conservó en
segundos pesimistas,
arcilla de otros mundos.

Uno comparte con potencia,
el otro con fatalidad
derrama las blandas gotas.

Charcos entre la arcilla
arqueológica, de ellos
abreva mi resigno
hijo de mis ojos negros,
fosas de un pozo
añejado de musgo
y aleteos
de parcos mosquitos

Aquella conclusión en ley:
piedra irreductible
ante charcos con arcilla.
Artífice arquitecto,
el viento que le urge
mezclar el agua tras el día.

¿Y por qué ha de amoldar
la piedra al viento
y el viento a la arcilla?
¿Y un ojo con ánimo
asustado mientras
el otro mira? ¡Mira bien!
¡Sigue mirando!,
expectante anfitrión
que sabe el color del telón.

¡Oh! Y después
redentor niño-poeta
que arrojas semejante
piedra por los hondos
ecos de los pozos,
niño que nació
artífice de la música
con un viento.

Mi ojo llora
porque sabe de impotencia.

La ley ríe de soberbia,
ley que cuadra
el tiempo futuro,
lo vacía entre su caja.

Y ¡ay!, del viento
que es indescifrable,
corriente irreductible
¡oh! ¡Lamentable!

¡Pero si la piedra
volviera a ser arcilla!,
polvos de encanto
por la vida.

-Ya, ¡ya! Deja
de susurrarme, ¡niño!
Demasiada alegoría
entre tus bolsos.
Deja a mi ojo que llora
de ser optimista,
al viento déjalo ser azar
y la piedra sea la moral,
puesto que de arcilla
son nuestras palabras.